martes, 4 de enero de 2011

¿Y el sentido de civilidad de qué ciudad es?

Nunca he tomado partida por un capitalino o un queretano. De hecho creo que me molesta ese eterno pleito entre quien es mejor o quien es peor, si el capitalino o el queretano. Aunque vivo en Querétaro, nunca he sentido ese orgullo por defender lo que es de aquí. Sin embargo creo que sí hay cosas rescatables que como habitante de Querétaro me importan mucho defender, porque considero valiosas. Existe esa costumbre de decir que todo lo que se hace y cómo se hace en el Distrito Federal es mejor que en la provincia,  como si todos los que viviéramos fuera de esa urbe que es el Distrito Federal fuéramos unos atrasados, incultos, "mochos", inocentes, flojos y tontos. Algo hay de eso, pero no lo es todo. Creo que una cosa es hablar de los defectos reales que tiene cada estado y otra cosa es burlarse de aquellos aspectos, que aportan cosas positivas, pero que por el deterioro de los conceptos básicos de las buenas conductas ciudadanas y esa eterna lucha por ver primero por nuestro beneficio sin importarnos a quien nos chingamos en el proceso, se están traduciendo esos conceptos de supervivencia de manera negativa.
Si bien, puedo hacer una lista de malas costumbres de un ciudadano queretano, también puedo enlistar otra  que los capitalinos vienen a cometer en nuestra ciudad, por ejemplo ¿Qué tiene de malo que acá todavía se ceda el paso a un peatón o se respeten las líneas peatonales? Pareciera que si lo haces, para un capitalino eres un pendejo, porque lo correcto es no darle el paso a nadie, ni respetar el espacio, por mínimo que sea, porque si lo dejas demuestras falta de carácter.
Hace unos meses me empecé a animar a manejar en el Distrito Federal, con la intención de dejar de lado ese estigma de que manejar en el D.F. es arriesgarte mucho y también porque el negocio que estoy manejando me obliga a ir periodicamente a esa ciudad. Los primeros viajes los hice sin mayores contratiempos, y sí, tuve suerte, lamentablemente, conforme agarraba confianza pude ver la terrible ola de horrores de conducta ciudadana que padecen allá. Qué tristeza y qué lamentable fue darme cuenta que por más que intentaba conducirme con propiedad, sin llegar a lo ridículo, teniendo muy claro que es una gran ciudad con problemas de tránsito y  como consecuencia con altas probabilidades de perder la paciencia, y que no la perdí,  tuve que aplicar las mismas conductas de vicio de  allá, porque si no, terminaría con mis oídos atrofiados de tantos pitidos de claxón por hacer las cosas correctamente. Es increíble que la mayor parte de los embotellamientos se hacen a causa de la gandalléz de los propios ciudadanos. Nadie hace caso a la luz preventiva del semáforo que te indica que ya va a cambiar a rojo y aún así avanzan invadiendo el carril del otro sentido que está a punto de darle la señal de siga y obviamente al cambiar el semáforo para darle el paso al otro carril, ya no pueden avanzar. Intentaba detenerme cuando sabía que no iba a alcanzar a pasar, finalmente me iba a quedar a mitad de camino e iba a obstruir el paso, pero no,  nunca me lo permitían, siempre me pitaban y esos pitidos eran "pendeja, avanza, no estás en tu pueblo".
Esto es solo un ejemplo de tantos vicios que he llegado a conocer en mis visitas al D.F., pero, Ok, supongamos que yo no soy nadie para querer cambiar o imponer mis reglas en una ciudad que no me pertenece, como dice el dicho "Al lugar que fueres haz lo que vieres". Pero creo firmemente que si en mi ciudad funcionan algunas reglas, estoy en mi derecho de defender esa paz emocional que ha hecho mi estancia placentera por muchos años. No somos pendejos por mantener ese espíritu de cordialidad y de respeto por los demás, ¿por qué insisten en querer contaminar y menospreciar ese valor que aún prevalece en nuestra ciudad? Cómo es molesto tener que pelear con un auto con placas del Distrito Federal o del Estado de México que insiste en estacionarse en doble fila, cuando está claramente indicado que no se debe uno estacionar en ciertos lugares. Acá se respetan los cajones para minusválidos y por supuesto que se multa a quien no lo es y los ocupa, ¡ah! y no hay "mordidas", acá pagas tu multa, porque infringiste una ley. Curiosamente cuando notas unas plazas del D.F. en un cajón de minusválidos, sabes que existe el 90% de probabilidades de que el que ocupa ese cajón, no lo es. Acá también empiezan a darse problemas de tránsito, sobre todo en la zona centro y en las zonas industriales, pero aún así, la gran mayoría hacemos el esfuerzo por respetar los señalamientos. He escuchado comentarios burlones de amigos que vienen del D.F. cuando en cada esquina se mantiene un órden de ceder el paso "uno por uno". Cuando en una ocasión un amigo vino en su coche, fuimos al centro a un banco y él manejaba y al llegar a una esquina iba a avanzar y el conductor del otro auto que venía por el otro sentido le pitó, porque mi amigo se iba a cruzar la avenida sin darle el paso y le dije "se da el paso al coche que sigue y luego sigues tú" y se carcajeó de manera burlona y dijo "pinches queretanos" ¿osea? ¿qué de malo hay en eso? finalmente el tránsito se agiliza de esta manera cuando no hay semáforos, es positivo, es una manera muy sensata y práctica de mantener una armonía, pero algunos lo interpretan como falta de carácter, cosa que se me hace muy lamentable y por supuesto, me molesta.
Creo firmemente que el aspecto que más está dañando a este país es la corrupción y que nadie que se queje y que no comience con estos pequeños detalles cotidianos, tiene derecho a cuestionar la jodidéz en que vive. Tampoco quiero decir que en Querétaro, todo es civilidad y buenos modales, pero si creo que vale la pena ensalzar un poco estos pequeños detalles que han dado buenos resultados. Tampoco quiero decir que acá no hay gente tranza, no, los hay como en cualquier lugar. Pero no se vale que en la actualidad se le de más valor a un gandalla o a un tranza que a un ciudadano que aun cree que vale la pena hacer las cosas correctamente.
Yo admiro el espíritu chambeador y luchón de un capitalino, rechazo el espíritu arribista. Aplaudo esa disposición que tiene el capitalino por siempre satisfacer las necesidades de un cliente, cosa que un queretano no tiene y es de lo que más me quejo de aquellos que tienen negocios y te atienden mal y nunca están dispuestos a ofrecerte opciones. Pero por otro lado también me molestan las burlas del capitalino, porque en Querétaro muchos negocios cierran a la hora de comer. Si bien, hay negocios que no se pueden dar ese lujo y que deben permanecer abiertos toda una jornada, ¿qué de malo tiene que los que tienen la oportunidad de darse ese espacio para comer y descansar lo hagan? ¿Acaso los capitalinos no se quejan todo el tiempo de que no tienen espacios para descansar y convivir con la familia o los amigos? pareciera que entonces es malo tratar de llevar una vida tranquila.  El estrés es una de las enfermedades que más aquejan a los capitalinos ¿entonces por qué la burla de que aquí todavía se piense y se tome en serio la salud emocional y física? Es una constante ver como literalmente muchos capitalinos salen huyendo de esa ciudad a refugiarse en una como Querétaro, con el deseo fervierte de llevar una vida más tranquila y placentera, pero pareciera que otra parte de ellos no quieren hacer ese cambio positivo y se niegan a cambiar esos malos hábitos,  por el miedo mediocre a ser considerados unos pendejos o faltos de carácter,  sin darse cuenta que valores como la honradez, el respeto, la solidaridad y la responsabilidad, aplicados con constancia a la larga darán más frutos positivos que negativos.

A todo esto quiero resumir que no importa el lugar de orígen que tengamos, ni el lugar en donde nos encontremos desarrollando nuestra vida laboral o académica. Creo que las buenas conductas de civilidad deben de prevalecer por sobre cualquier costumbre de una ciudad, sobre todo negativa por muy normal o arraigada que ésta esté. Si ya tenemos detectadas las causas por las que nuestro entorno no funciona bien ¿por qué no hacer el cambio? ¿por qué seguimos cometiendo los mismos errores que dañan la convivencia entre humanos? Creo que el orgullo que podamos sentir de pertenecer a una ciudad u otra no debe medirse solo por su ubicación geográfica, ni por la extensión territorial, ni por el aporte económico al país, ni por la cantidad de pobladores, si no por la calidad de sus habitantes y el deseo de tener un mejor país.

3 comentarios:

  1. Liz me gusto tu entrada estoy de acuerdo con todo. No tienes que justificarte tanto, la Ciudad de Mexico (que es de donde soy y donde vivo) es un infierno para los peatones y los mismos conductores, pero nos lo merecemos por pendejos, porque todos quieren ser el primero.
    Berenice Bautista
    www.literaturainutil.blogspot.com

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  2. Ash, te puse un comentario como de 3 párrafos el viernes y méndiga conexión a Internet de la oficina no lo cargó ¬¬.

    Básicamente quería decir que aunque es comprensible que por el estilo de vida, tamaño y falta de servicios de la Ciudad de México provoque que sus habitantes se comporten de manera tan descortés y gandalla, no es justificación para que, estando en otras ciudades, se sigan comportando de esa manera. Ante todo, debe caber el respeto por los demás.

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  3. Encontré esto en mi bandeja de correo.

    MOY DIJO...

    "La otra vez intenté hacer memoria y me parece que he estado en 25 o más estados de los 32 (incluyendo DF) que conforman este país, por lo que creo que tengo una buena idea sobre cómo se vive en diferentes ciudades, si bien he habitado por más tiempo y en difernetes momentos la Ciudad de México.
    En general algo que caracteriza al mexicano (sin importar su lugar de origen o residencia) es una falta de conciencia sobre sí mismo y su entorno y el respeto a los demás. Quizás esto se note más en las ciudades grandes, sobre todo si son zonas urbanas mal planeadas y con mucha deficiencia de servicios. En Ciudad de México generalmente se vive con prisas y estrés; y creo que es comprensible, por ejemplo, que la gente se ponga de mal humor y le importe poco faltar al respeto a otros o invadir espacios ajenos para intentar avanzar un poco en el tráfico o alcanzar a meterse a un congestionado metro o autobús. Hay que vivir en el DF para entender el sentimiento de frustración, angustia y coraje que da el hacer hasta 3 horas para llegar de la casa al trabajo y 3 más de regreso (cuando en ese tiempo podrías, por ejemplo, cruzar Puerto Rico de lado a lado o ir de Querétaro a León o más allá). Muchas veces, por más que uno intente "hacer las cosas bien" y con civilidad es imposible ponerse contra todos y, de pronto, uno se descubre metiéndose en doble fila o bloqueando el paso para ganar el lugar más cercano a la puerta del metrobús y poder bajar en la próxima estación sin que a uno lo aplasten hasta el fondo.
    Claro también creo que uno no debe llevarse esa actitud a otros lugares; efectivamente el capitalino alardea mucho sobre sus rudas costumbres y llega a burlarse de la vida más tranquila en otras ciudades. Yo creo que si uno vive siempre sometido a estrés y malos modos de otras personas, al encontrarse en otra ciudad debería mejor aprovechar para tranquilizarse un poco.

    Por otro lado, yo creo que actualmente no hay “mejor lugar” ni en la capital del país ni en otros estados. La mayoría de las ciudades grandes y medias de “provincia” cuentan con todo lo necesario e indispensable para que uno pueda vivir y con los medios modernos, principalmente el Internet, ya no es tan fácil que uno “se quede en su pueblo”, al menos no culturalmente. Yo estoy a favor de la descentralización; es decir, que se promueva que las instituciones y empresas se muevan a otros estados para que haya una mejor distribución del desarrollo y de la población".

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