martes, 25 de enero de 2011

Los crímenes del sagrado corazón

 Nota: Adjunto este texto, que no es de mi autoría, pertenece a Doris Camarena, una cuentista y dramaturga, que formaba parte del diseño editorial de una publicación llamada La Mandrágora. Este texto lo extraje del No. 13, publicado en al año de 1999. Ignoro si todavía exista la revista. He aqui este texto, con especial dedicación para  Brenda Lara (que se que me está leyendo) y alguna vez le platiqué de este cuento. Aquí lo tienen, con foto y toda la cosa. ¡Disfrútenlo!

MEXICO. 1987

La policía capitalina registra la aparición sistemática de cadáveres con importante grado de mutilación en diversos puntos de la ciudad. No se identificó de inmediato a los cuerpos, debido a que el estado de destrucción en que se encontraban, hacía difícil distinguir incluso que se trataba de restos humanos.

Las víctimas habían sido atacadas con un instrumento punzocortante. A todas les habían extraído uno o ambos ojos, varias piezas dentarias y a todas les faltaba, total o parcialmente, el corazón. La policía inició investigaciones y se comenzaron a barajar diversas posibilidades al respecto.

El hecho de que un hombre declarase, ser el responsable intelectual de los crímenes no sirvió mas que para entorpecer la búsqueda, de por sí, perezosa, de la policía. El sujeto en cuestión, un tal Víctor Manuel Junco, se retractó después arguyendo que sólo había hablado para evitar la golpiza que ya comenzaban a propinarle los policías encargados del interrogatorio. Luego dijo haber recibido la oferta de un “buen guato de mota” a cambio de su confesión, pues, según él, el policía que lo contrató, agarraría “hueso” por llevar un culpable confeso ante sus superiores.
Dos conocidos de Junco: un par de drogadictos indigentes y bastante idiotizados fueron señalados como brazos ejecutores y aparecieron en los periódicos con sendas navajas y una mellada hecha presuntamente para desmembrar los cadáveres.

Cualquiera que haya sido la verdad al respecto, después de la confesión de Víctor Manuel los hallazgos de cuerpos cesaron, y lo curioso fue que nadie se preguntase cómo era posible que aquellos dementes mudos que babeaban todo el tiempo, hubieran podido, para empezar, articular las frases necesarias para comunicarse entre sí, ya no se diga para planear una serie de asesinatos como la que se les achacaba. Tampoco fue tomado en cuenta el hecho de que Víctor Manuel tenía en su haber varias confesiones falsas por el estilo y una enfermiza avidez de notoriedad.
Pero con aquellos imbéciles en la cárcel y con la confesión de Junco, además del cese de las muertes, todo el mundo pareció convencerse del final feliz.

Dos de las siete víctimas habían sido identificadas de manera contundente. La primera María Elvira Muñoz, de diecinueve años de edad, una trabajadora doméstica cuyo cuerpo fue identificado por sus familiares gracias a una marca de nacimiento que presentaba en la pantorrilla izquierda. La otra víctima fue Mario Hernández, alias “Gigí”, de 29 años, que trabajaba como estilista y cuya identificación fue posible gracias a que la única zona de piel intacta, podía apreciarse un tatuaje que fue reconocido por la pareja homosexual del occiso.
Las demás víctimas recibieron pronta sepultura en la fosa común y el caso pareció haberse cancelado fácilmente para todos, aunque no para el o los asesinos.

DOS MESES MAS TARDE…

Una patrulla de policía acudió al llamado de la administración de un hotelucho de la zona de La Merced. En la habitación yacía, cubierta hasta el cuello por una especie de gabardina, y aparentemente dormida, una prostituta de 22 años conocida como “la moños”. La pared del cuartucho había sido pintada con extraños signos. Sólo acercándose lo suficiente era posible ver que la mujer recostada descansaba sobre una mancha de sangre, misma que había sido utilizada como tinta para el estrambótico decorado del muro. Y sólo al mover a la muerta fue posible percatarse del tajo que casi había separado la cabeza del cuello. Los párpados se cerraban sobre cuencas vacías y el pecho de la mujer presentaba un enorme hueco por el que, según reveló la autopsia, le había sido extraído el corazón.
Ese mismo día fue hallada la pista que relacionó definitivamente este crimen con los sucedidos dos meses atrás: un sobre con negativos fotográficos que se encontró tirado junto a la cama. Las fotos representaban a varias personas por separado. La actitud desentendida de los modelos hacía suponer que las fotos les habían sido tomadas sin que se dieran cuenta. Tres de las personas fotografiadas pudieron ser reconocidas prácticamente sin lugar a dudas: Mario el “Gigí”, María Elvira Muñoz y la “Moños”.

El siguiente dilema al respecto fue el de hacer públicas las fotografías. El total era de 12, y si se consideraba que cinco de ellas podían corresponder a los asesinados anteriormente, quedaban cuatro personas que bien podían, o ser futuros cadáveres, o estar relacionados directamente con los asesinatos.

La tardanza en la decisión solo vino a confirmar las peores sospechas, y mientras la policía pensaba en lo que había que explicar a la gente, las tres siguientes víctimas se fueron dieron en rápida sucesión. Esta vez fueron identificadas con relativa rapidez. El empeño que en un principio mostraron los asesinos para hacer irreconocibles los cuerpos, había dejado de mostrarse, como si los criminales estuvieran ya absolutamente seguros de que nadie los descubriría, hicieran lo que hicieran.

Las tres víctimas, halladas con horas de diferencia entre una y otra, eran, como las anteriores, sujetos jóvenes y no muy distinguidos en el aspecto social: Alejandra Bernal, alias “la prissy”, de 24 años, con antecedentes penales por robo y posesión de droga, Gustavo Robles, de 32 años, antecedentes de violación y proxenetismo; Mariano Gómez, 14 años, indigente, antecedentes de vagancia y prostitución. Nuevamente, en todos los casos, el corazón y los ojos habían sido extraídos del cuerpo.
Finalmente, la policía decidió hacer público el asunto, y al convocar a la rueda de prensa se recibió el aviso de otro hallazgo: el cuerpo de Marina Jasso, una cantorcilla que comenzaba a abrirse camino en la farándula, fue encontrado en las mismas condiciones anteriores, sobre la banca de un parque en la colonia Condesa.

La policía, perpleja, canceló la rueda de prensa y se dedicó a publicar anuncios de “Se busca” sobre las fotos de los que no pudieron ser identificados como muertos. Un palo de ciego que no funcionó.
Mientras tanto, toda la publicidad que no habían recibido los crímenes anteriores, fue centrada en la muerte de Mariana Jasso, a quien la prensa, a instancias de la compañía radiofónica que había empleado a la difunta, se encargaba representar a la muchacha, como una especie de virgen inmolada. Por supuesto la conocida radiodifusora en cuestión se ocupó de ocultar las actividades de prostitución y pornografía de Mariana, así como su extrema dependencia a la heroína y otras drogas. Hubo programas especiales que mostraron el mediocre talento artístico de la muerta y varios actores ya decadentes y ansiosos de notoriedad, se autoproclamaron “mentores” de aquella “luminaria” naciente.
La policía, mientras tanto, continuaba tratando de tapar los agujeros. Pero dos días después del inicio de la publicidad en torno a la Jasso apareció algo que, inexplicablemente, la prensa se abstuvo de comentar, y dejó a la policía en la misma ceguera que al principio:
El último cadáver fue encontrado al costado Oriente de Catedral, por un policía que hacía su ronda nocturna: cubierto por hojas de papel periódico, yacía un hombre de aproximadamente treinta y cinco años, rubio, de ojos azules, con barba y bigote. Se encontraba recostado de espaldas y sólo la sangre que empapaba los periódicos alertó al policía que lo encontró. El corazón le había sido arrancado pero, a diferencia de los otros, no había desaparecido y permanecía detenido por la mano derecha del cadáver contra su propio pecho. El hombre vestía una especie de túnica roja y sus cabellos, larguísimos, disimulaban el horrible hueco donde antes estuvo el corazón. Los ojos permanecían abiertos y sobre las mejillas, goterones de sangre seca le formaban unas lágrimas siniestras. El examen médico reveló que la sangre provenía de los ojos, cuidadosamente arrancados y vueltos a colocar en su lugar. Los periódicos que lo cubrían eran crónicas acerca de los primeros crímenes. Las fotografías tomadas en el lugar de los hechos fueron archivadas y los negativos destruidos, posteriormente las fotos también desaparecieron. El hombre nunca fue identificado. El estudio forense arrojó dos datos inquietantes: el contenido del estómago del sujeto correspondía al músculo y sangre humana a medio digerir. En la boca se encontró otro fragmento grande de carne humana, muy posible músculo cardiaco. Y todos los testigos del levantamiento de cadáver coincidieron en una cosa: la imagen que ofrecía aquel individuo muerto, semisonriente y de enormes ojos claros, era una réplica casi exacta de las estampas que muestran a Jesucristo sosteniendo en una mano su sangrante corazón.

CONCLUSION

Quizá sobre decir que el caso no ha sido resuelto. Semanas más tarde, se encontraron distribuidos en varias iglesias de la ciudad, montones de fotostáticas con las fotografías de las víctimas. Al pie de las hojas había una sola frase:

“… y los pecados fueron redimidos por la sangre del cordero”.

Donde debió aparecer la foto de la treceava víctima, aparecía la copia de una popular estampa religiosa: la del Sagrado Corazón de Jesús.

                                                                      Una de las víctimas.

           

lunes, 17 de enero de 2011

El fenómeno de los nombres nacos

¿Qué pasará por la mente de esos padres al momento de elegir un nombre para sus hijos? ¿O se quieren ver muy finos, muy cultos, muy orgullosos de su raíces, muy internacionales, muy devotos o muy soberbios? porque terminan dándole en la madre a sus hijos con nombres que no va acorde con su entorno, a su cultura, ni mucho menos a su aspecto físico.

En mis tiempos de niña estuvieron de moda nombres como Fernanda o María Fernanda,  Yesenia (por la telenovela), Viridiana, Citlálic, Nayeli, Berenice, Vanessa, Claudia, Erik, Juan Pablo, Edgar, Flavio, Yolanda, Enrique, Erika, Jessica, Ivonne, Lucila, Marisela, Rocío, Gabriela, Araceli, entre otros, que dentro de lo razonable, son buenos nombres. Pero de repente se  vino una ola de caprichos por parte de los padres, que queriéndole dar una identidad a su hijo cometieron las peores aberraciones al ponerles nombres como el que le  pusieron a un amigo, que se llama Patroclo, sí, Patroclo. Entiendo la afición de su madre por los personajes de la mitología griega, entiendo también que el significado pudo ser de gran valor para ella, pero ¡caray!, con ese nombre lo único que se obtuvo fue un niño introvertido, víctima de las burlas y la eterna expresión dada por aquellas personas que al decirles su nombre exclamaban "¡¿cómo?! ... Pa... ¿qué?, ¿Patroclo?... órale ¿y eso qué significa?" ¡uff! Imagínense a un niño teniendo que repetir una y otra vez su nombre y aguantar la burla o el gesto desagradable del que escuchaba su nombre, ¡no mamen! Yo tengo un vivo ejemplo cercano con mi hermana, a la que mi madre le puso Ludmila, a mí se me hace de lo más normal, porque yo he convivido siempre con ella y no le encuentro el lado feo al nombre, incluso me gusta. Pero  creo que mi madre cometió el mismo error que la madre de Patroclo, que dada su admiración por la atleta de gimnasia rumana y por lo novedoso del nombre y su originalidad, lo eligió así. Pero no pensó que mi hermana iba a ser una mujer tímida, de pocas palabras a la que le iba chocar tener que repetir su nombre varias veces, antes de que se lo aprendieran los demás. Todavía recuerdo que mi hermana, comenzó un día a decir que se llamaba Yuliana, que bueno, tampoco era un nombre muy agraciado, al menos para mí, pero a ella le gustaba. Mi madre, ferviente lectora y amante del cine, tomó de la película, escrita y dirigida por Ingmar Berman "Fanny y Alexander", el nombre de mi hermana menor Fanny, ella, creo que no tiene mayores problemas con su nombre, aunque algunos consideran, que su nombre real es Estefanía y solo tiene que aclarar, que no se llama así, que su nombre real es así, Fanny. Yo tuve suerte, me llamo Elizabeth y me encanta mi nombre.

Pero en esta ocasión quiero referirme a lo que llaman el "Fenómeno de los nombres nacos", que son nacos, no porque el nombre en sí lo sea, si no porque el nombre no mantiene una armonía con la persona que lo lleva. Pienso que un naco, es una persona que aparenta ser lo que no es para encajar en cierto círculo social al que no pertenece, pero dada su ignorancia, termina evidenciando aún más su verdadera identidad.  Seguramente la globalización, el internet o los demás medios de comunicación tienen mucho que ver con estas decisiones. No sé que tan consciente o inconscientemente los padres se están dejando llevar por un falso clasismo o racismo para decidirse por nombres como Kevin, Bryan o Brayan, Brandon, Giovanni, Montserrat o Monserrat, Ashley, Alexis, Marlon, Axel, Jennifer, Mitzy, Christian seguidos de un Pérez Martínez o un Bryan Francisco López Cerritos.
 Este fenómeno se ha extendido como una plaga de muy mal gusto, porque lejos de ver esto como discriminante, creo que debe de existir cierta coherencia al darle un nombre a un hijo. Resulta un albur conocer a un niño morenito, pelos tiesos y cenizo que se llame William, no porque no merezca tener ese nombre o cualquier otro, sino porque en el afán de esconder eso que le avergüenza a su progenitor, su realidad inferior, saca a relucir torpemente ese repudio que se tiene a sí mismo de sus orígenes. Un nombre naco para mí, es el resultado de la ignorancia y los complejos de inferioridad que está padeciendo hoy en día el mexicano. Y todavía más naco, es un nombre extranjero mal escrito, que refleja no solo la ignorancia de los padres, si no también la de los empleados del registro civil.  Tengo una prima que se llama Claudia Vaanesa, sí con dos "as", porque la bruta del registro civil, no supo como escribir bien el nombre, pero la bruta de mi tía no hizo nada en el momento para exigir que corrigieran ese garrafal error.

En países como Perú, Colombia, República Dominicana, Venezuela y Puerto Rico se ve más este fenómeno de los nombres mal escritos, sobre todo tratándose de nombres de origen inglés. Nombres como Yony, Yon, Yonatan, ¡Maiquel!, Yenifer, Acsel o Yaquelin. Y así la deformación de cuanto nombre de origen inglés exista, lo escriben como se pronuncia en español. Y no necesitamos irnos tan lejos para no recordar a esa pobre veracruzana que le pusieron Leydi Diana y que anda volando por todos los sitios de internet su credencial de elector. Por cierto ¿qué significado tiene el nombre de Esmeris? Tuve una amiguita por correo postal que se llamaba así.

Otro apartado del fenómeno de los nombres nacos, es ponerle a sus hijos, los nombres de esas “celebridades” de la televisión o del cine, que yo supongo lo hacen con el afán de sentirse importantes, modernos e incluso cultos, claro, cultos a  la medida de sus conocimientos. Cómo se puso de moda ponerle a los niños Gael, Jair y Yuridia. Cuando nació el nieto de la señora con quien voy a comer al mercado le pregunté que qué nombre le habían puesto a su nieto y me respondió "Yabir" y yo le pregunté confundida "¿Yabir doña Anita?", "un nombre de esos de los que cantan en  La Academia" -me respondió - "Ah! Jair" –le dije- Y todavía me comentó "Pues a mí no me gusta mucho, no sé ni lo que quiere decir, pero pues canta bonito el muchacho"... No pues sí. Y seguramente lo escriben como Yair. También se vino una ola de niños Pavel, que en lo personal me gusta el nombre, derivado de la forma rusa de Pablo. Pero no, ese nombre se hizo popular por el futbolista Pavel –naco- Pardo.

Mi familia no queda exenta de este fenómeno, y me imagino que en cualquier familia habrá un primo, nieto o sobrino con el cual se quisieron poner exquisitos.  En mi familia hay una Dana Paola (por aquella actriz infantil), una Camila (que ahora está de moda, porque en otro tiempo, era feo) y si conocieran a la tal Camila…, una Naomi, una Mitzy, un Brandon y una Montserrat. Y para completar el cuadro naco, por supuesto que al referirse a ellas, les dicen “la Monse”, “la Dana” y “La Mitzy”.

En lo personal, me caga escuchar cuando le pregunto a un conocido “¿y cómo se llama tu hijo?” y me respondan con un Brandon Giovanni o un Montserrat. ¡Hazme el chingado favor!

Me queda claro que no ha de ser nada sencillo elegir el nombre para un hijo, sobretodo cuando se tiene la intención de brindarle lo mejor a su vástago, comenzando por supuesto con un nombre original. Pero en ese proceso de darle lo mejor, creo que a veces terminan o siendo demasiado soberbios o demasiado estúpidos.  Las buenas intenciones de hacer de su hijo único, terminan haciéndolo uno más del montón.

Si bien, ya se presentó una iniciativa de ley, que pretende modificar el artículo 66 del Código Civil para los casos en que se considere un nombre ofensivo, raro o producto de burlas ya sea por la combinación con los apellidos o los diminutivos que éste pudiera tener. Llevar el caso ante un juez y que éste sea quien aliente a los padres a desistir del nombre, más no obligarlos, ya que finalmente serán los padres quienes tomarán la decisión. El caso de nombres nacos, no entra en esta legislación, porque un Marlon o un Christian, no son nombres ofensivos, esto es un tema que va más allá de la ofensa, es un tema de identidad y curiosamente se da más en comunidades indígenas, en ciudades fronterizas marginadas y en general en comunidades donde la pobreza y la falta de educación son altas y que la televisión es el único medio de referencia al alcance. A pesar del falso esfuerzo por reflejar que somos un país trabajador, luchador, siempre dispuesto a levantarse de los infortunios, que son muchos, y a pesar del ánimo por ganar y triunfar en todo – no se diga en el futbol-  y superarnos, terminamos siempre perdiendo. Incluso es costumbre decir que nos sentimos orgullosos de nuestras raíces indígenas, pero en la vida cotidiana todo lo que tenga que ver con estos rasgos es sinónimo de subordinación y rechazo. El concepto indígena hace alusión al menosprecio y la ignorancia. Somos un país hipócrita, que por un lado se dice orgulloso del pasado étnico, pero que por el otro lado lo rechaza por considerarlo falto de progreso.

Al mexicano le hace falta aceptar lo que es, resultado de sus propias acciones o no acciones y dejar de imitar a otros. Dejar de disfrazar esa falta de identidad con nombres que no les corresponden para no ser solo una mediocre imitación.


Curiosidades:

-Cuando trabajé en un laboratorio de fotografía, tomé la orden de un revelado de diapositivas a una mujer que se llamaba Digna Vírgen.

-Mi vecina de la infancia se llama Adriana Martina Brisa Marina Preciado Frías. Por cierto era idéntica a Lucerito o Lucero, la actriz y cantante.

-Mi hermana tuvo un compañero en la preparatoria que se llama Filadelfo. Por cierto en un intercambio de regalos a él le tocó regalarle a mi hermana y le dio un perro de plástico bien feo que obviamente no valía lo acordado para el regalo y mi hermana le puso Filadelfo al perro.

-En mi adolescencia tuve amistades por correo postal con nombres como Pura Jocelyn y Esmeris Sánchez Garcés (¡Ah! Me acordé del nombre completo).

-Una compañera de la universidad me comentó que su vecino intentó ponerle Dark a su hija.

-Cuando hice mi servicio social de la preparatoria me estaba burlando con la encargada de la Biblioteca de los nombres feos y yo dije “¿pero te imaginas que te llamaras Sandalio?” y otra chica que trabajaba con nosotras respondió “así se llama mi papá”.

-Una compañera de un diplomado se llamaba Faviola con “v”, por un error en el registro civil.

-El hermano de un amigo de mi hermana mayor se llama Cuitláhuac Job, ¿qué pinche combinación de culturas es esa?

-Una prima recién tuvo su hijo y por satisfacer el orgullo de la familia del padre de su hijo le puso Emigdio, como el abuelo y el bisabuelo. Le dicen “Emi”.

-En la familia de un ex novio, hay un niño que se llama Luis Donaldo, en honor a Luis Donaldo Colosio, que fue asesinado en el mes en que nació el niño. ¡Naquísimo! Y más por hacerle honor a un priísta mafioso.

-Una amiga de mi esposo que se llama Dolores a la que obviamente le dicen Lola en una plática en un bar dijo “¿por qué todas las que se llaman Lolas son bien putas?” y sí…

martes, 4 de enero de 2011

¿Y el sentido de civilidad de qué ciudad es?

Nunca he tomado partida por un capitalino o un queretano. De hecho creo que me molesta ese eterno pleito entre quien es mejor o quien es peor, si el capitalino o el queretano. Aunque vivo en Querétaro, nunca he sentido ese orgullo por defender lo que es de aquí. Sin embargo creo que sí hay cosas rescatables que como habitante de Querétaro me importan mucho defender, porque considero valiosas. Existe esa costumbre de decir que todo lo que se hace y cómo se hace en el Distrito Federal es mejor que en la provincia,  como si todos los que viviéramos fuera de esa urbe que es el Distrito Federal fuéramos unos atrasados, incultos, "mochos", inocentes, flojos y tontos. Algo hay de eso, pero no lo es todo. Creo que una cosa es hablar de los defectos reales que tiene cada estado y otra cosa es burlarse de aquellos aspectos, que aportan cosas positivas, pero que por el deterioro de los conceptos básicos de las buenas conductas ciudadanas y esa eterna lucha por ver primero por nuestro beneficio sin importarnos a quien nos chingamos en el proceso, se están traduciendo esos conceptos de supervivencia de manera negativa.
Si bien, puedo hacer una lista de malas costumbres de un ciudadano queretano, también puedo enlistar otra  que los capitalinos vienen a cometer en nuestra ciudad, por ejemplo ¿Qué tiene de malo que acá todavía se ceda el paso a un peatón o se respeten las líneas peatonales? Pareciera que si lo haces, para un capitalino eres un pendejo, porque lo correcto es no darle el paso a nadie, ni respetar el espacio, por mínimo que sea, porque si lo dejas demuestras falta de carácter.
Hace unos meses me empecé a animar a manejar en el Distrito Federal, con la intención de dejar de lado ese estigma de que manejar en el D.F. es arriesgarte mucho y también porque el negocio que estoy manejando me obliga a ir periodicamente a esa ciudad. Los primeros viajes los hice sin mayores contratiempos, y sí, tuve suerte, lamentablemente, conforme agarraba confianza pude ver la terrible ola de horrores de conducta ciudadana que padecen allá. Qué tristeza y qué lamentable fue darme cuenta que por más que intentaba conducirme con propiedad, sin llegar a lo ridículo, teniendo muy claro que es una gran ciudad con problemas de tránsito y  como consecuencia con altas probabilidades de perder la paciencia, y que no la perdí,  tuve que aplicar las mismas conductas de vicio de  allá, porque si no, terminaría con mis oídos atrofiados de tantos pitidos de claxón por hacer las cosas correctamente. Es increíble que la mayor parte de los embotellamientos se hacen a causa de la gandalléz de los propios ciudadanos. Nadie hace caso a la luz preventiva del semáforo que te indica que ya va a cambiar a rojo y aún así avanzan invadiendo el carril del otro sentido que está a punto de darle la señal de siga y obviamente al cambiar el semáforo para darle el paso al otro carril, ya no pueden avanzar. Intentaba detenerme cuando sabía que no iba a alcanzar a pasar, finalmente me iba a quedar a mitad de camino e iba a obstruir el paso, pero no,  nunca me lo permitían, siempre me pitaban y esos pitidos eran "pendeja, avanza, no estás en tu pueblo".
Esto es solo un ejemplo de tantos vicios que he llegado a conocer en mis visitas al D.F., pero, Ok, supongamos que yo no soy nadie para querer cambiar o imponer mis reglas en una ciudad que no me pertenece, como dice el dicho "Al lugar que fueres haz lo que vieres". Pero creo firmemente que si en mi ciudad funcionan algunas reglas, estoy en mi derecho de defender esa paz emocional que ha hecho mi estancia placentera por muchos años. No somos pendejos por mantener ese espíritu de cordialidad y de respeto por los demás, ¿por qué insisten en querer contaminar y menospreciar ese valor que aún prevalece en nuestra ciudad? Cómo es molesto tener que pelear con un auto con placas del Distrito Federal o del Estado de México que insiste en estacionarse en doble fila, cuando está claramente indicado que no se debe uno estacionar en ciertos lugares. Acá se respetan los cajones para minusválidos y por supuesto que se multa a quien no lo es y los ocupa, ¡ah! y no hay "mordidas", acá pagas tu multa, porque infringiste una ley. Curiosamente cuando notas unas plazas del D.F. en un cajón de minusválidos, sabes que existe el 90% de probabilidades de que el que ocupa ese cajón, no lo es. Acá también empiezan a darse problemas de tránsito, sobre todo en la zona centro y en las zonas industriales, pero aún así, la gran mayoría hacemos el esfuerzo por respetar los señalamientos. He escuchado comentarios burlones de amigos que vienen del D.F. cuando en cada esquina se mantiene un órden de ceder el paso "uno por uno". Cuando en una ocasión un amigo vino en su coche, fuimos al centro a un banco y él manejaba y al llegar a una esquina iba a avanzar y el conductor del otro auto que venía por el otro sentido le pitó, porque mi amigo se iba a cruzar la avenida sin darle el paso y le dije "se da el paso al coche que sigue y luego sigues tú" y se carcajeó de manera burlona y dijo "pinches queretanos" ¿osea? ¿qué de malo hay en eso? finalmente el tránsito se agiliza de esta manera cuando no hay semáforos, es positivo, es una manera muy sensata y práctica de mantener una armonía, pero algunos lo interpretan como falta de carácter, cosa que se me hace muy lamentable y por supuesto, me molesta.
Creo firmemente que el aspecto que más está dañando a este país es la corrupción y que nadie que se queje y que no comience con estos pequeños detalles cotidianos, tiene derecho a cuestionar la jodidéz en que vive. Tampoco quiero decir que en Querétaro, todo es civilidad y buenos modales, pero si creo que vale la pena ensalzar un poco estos pequeños detalles que han dado buenos resultados. Tampoco quiero decir que acá no hay gente tranza, no, los hay como en cualquier lugar. Pero no se vale que en la actualidad se le de más valor a un gandalla o a un tranza que a un ciudadano que aun cree que vale la pena hacer las cosas correctamente.
Yo admiro el espíritu chambeador y luchón de un capitalino, rechazo el espíritu arribista. Aplaudo esa disposición que tiene el capitalino por siempre satisfacer las necesidades de un cliente, cosa que un queretano no tiene y es de lo que más me quejo de aquellos que tienen negocios y te atienden mal y nunca están dispuestos a ofrecerte opciones. Pero por otro lado también me molestan las burlas del capitalino, porque en Querétaro muchos negocios cierran a la hora de comer. Si bien, hay negocios que no se pueden dar ese lujo y que deben permanecer abiertos toda una jornada, ¿qué de malo tiene que los que tienen la oportunidad de darse ese espacio para comer y descansar lo hagan? ¿Acaso los capitalinos no se quejan todo el tiempo de que no tienen espacios para descansar y convivir con la familia o los amigos? pareciera que entonces es malo tratar de llevar una vida tranquila.  El estrés es una de las enfermedades que más aquejan a los capitalinos ¿entonces por qué la burla de que aquí todavía se piense y se tome en serio la salud emocional y física? Es una constante ver como literalmente muchos capitalinos salen huyendo de esa ciudad a refugiarse en una como Querétaro, con el deseo fervierte de llevar una vida más tranquila y placentera, pero pareciera que otra parte de ellos no quieren hacer ese cambio positivo y se niegan a cambiar esos malos hábitos,  por el miedo mediocre a ser considerados unos pendejos o faltos de carácter,  sin darse cuenta que valores como la honradez, el respeto, la solidaridad y la responsabilidad, aplicados con constancia a la larga darán más frutos positivos que negativos.

A todo esto quiero resumir que no importa el lugar de orígen que tengamos, ni el lugar en donde nos encontremos desarrollando nuestra vida laboral o académica. Creo que las buenas conductas de civilidad deben de prevalecer por sobre cualquier costumbre de una ciudad, sobre todo negativa por muy normal o arraigada que ésta esté. Si ya tenemos detectadas las causas por las que nuestro entorno no funciona bien ¿por qué no hacer el cambio? ¿por qué seguimos cometiendo los mismos errores que dañan la convivencia entre humanos? Creo que el orgullo que podamos sentir de pertenecer a una ciudad u otra no debe medirse solo por su ubicación geográfica, ni por la extensión territorial, ni por el aporte económico al país, ni por la cantidad de pobladores, si no por la calidad de sus habitantes y el deseo de tener un mejor país.